Hay que asumir que nada es para siempre. Las cosas se terminan... Los yogures caducan, las películas tienen final, los libros acaban, la ropa se vuelve inservible conforme crecemos, la paciencia se agota. Las personas mueren, las relaciones se rompen... Y esas palabras, "siempre", "para siempre", "nunca"... solo son una ilusión, un sueño, una invención. Son promesas rotas, falsas esperanzas, deseos sin cumplir. Son magia que acorta las distancias, alarga los momentos, embellece las frases y convierte en indefinido, frágil, atemporal, como si no pertenecieran a ningún momento ni ningún lugar... también en efímero. Para siempre no es hasta la muerte, no es hasta el fin del mundo, no es hasta que termine el universo. Para siempre es mucho más, no solo es infinito, es absoluto, es completo. No es un número, no es un sentimiento, no es un regalo. Para siempre es todo, incluso es nada. Para siempre a veces es sencillo y a veces complicado. A veces existe, es posible, otras es nunca. Para siempre tiene comienzo, pero no termina..
El tiempo es relativo, puede pararse en un beso que se convierta en un para siempre, y que se rompa antes de la eternidad. Las palabras son fáciles de decir, imposibles de borrar. Quien diga para siempre será porque, en algún momento, resultó ser para siempre. Y será para siempre, en algún recuerdo.
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